domingo, 24 de octubre de 2010



Se abre el telón: aparece en escena su silueta abriéndose paso entre las sombras, buscando el foco central; la luz que deja ver al público la gracia de sus movimientos, su cuerpo elástico que levita entre el sueño y la realidad, la magia de sus saltos, la firmeza de sus delgados brazos... la luz que la ilumina pero que al mismo tiempo desdibuja sus facciones, haciendo irreal su existencia ¿De verdad ella es real en estos momentos? Qué lejos parecen estar las misérias del mundo cuando empieza su danza, libre, con los ojos cerrados y el alma abierta, regalándola, enseñándola a su querido público; su corazón descubierto no teme al dolor ni al sufrimiento, aunque lo haya padecido en muchas, demasiadas ocasiones. Quién diria que hubo un tiempo en que las lágrimas no derramadas la ahogaron por dentro, asfixiando su cuerpo y volviéndolo inservible para bailar. Y sin embargo, ahora, está aquí: danzando sin miedos ni temor al futuro, presente o pasado; Sólo está ella: frugal reflejo de luz que siendo más sueño que real despierta dentro nuestro algo muy importante que creíamos perdido.