El día en que el pintor crea la mejor de sus obras, la más perfecta y sublime obra de su vida artística, ese día, muere. Porque el miedo a no poder realizar otra vez tal grado de perfección se convierte en una enfermedad que empobrece sus sueños.
Su mirada pierde la luz.
Sus manos, agarrotadas, permanecen inmóviles.
Su alma, ahogada, sucumbe al pánico: el miedo a la decepción en los ojos de los que tanto creyeron en él.
Y yo, al saber todo esto, inconscientemente, soy incapaz de terminar una historia. Mis notas sin sentido guardan escondidas en espera de algún día ser finalizadas. Mis esbozos se vuelven grisáceos con el paso del tiempo. Todos esperan, pero el momento no llega: nunca llegará.
Y así, jamás realizaré la mejor de mis obras. Me quedaré en el camino, contentándome con poder disfrutar del viaje sin llegar nunca al final.
Mirando al cielo sin despegar las alas, sin atreverme a alzar el vuelo.
Porque mi mayor temor es encontrar aquello que tanto busco.