domingo, 24 de abril de 2011


Cierro cada una de las puertas que antaño abrí insensatamente, creyendo en la inocencia de un mundo demasiado adulto. Permanezco en la habitación redonda: lugar donde empiezan y finalizan los caminos, lugar donde ahora guardo lo que a duras penas conservo de mi alma mutilada, desgarrada en tantos trozos como rincones he visitado en mi antigua fe infantil.

Cierro cada una de las puertas que antaño abrí, sin portazos, sin ruido que delate mi porvenir de encierro, mi futuro rodeado de silencios por miedo al retumbar de mi voz acusadora, recuerdo de conciencia, de identidad y sentidos que sangran.

Cierro cada una de las puertas que antaño abrí para coser, con manos delicadas de sastre, los retales de mi vieja vestimenta de tela blanca de tul; tan frágil... Prometo volver a salir cuando vuelva a convertirme en persona y deje de ser otro cuerpo vacío. Lo prometo.