lunes, 29 de noviembre de 2010

Historia de una historia: el viajero









El viajero detuvo sus pasos delante de la vieja casa de madera situada en medio de la nada, donde la esencia del desierto vive latente en el ambiente gracias al soplo del viento del oeste. Su susurro es la voz que narra las historias de soledad de los que ya no tienen boca para contarlas. Llevando más allá de las montañas el eco resonante de sus palabras.
El viento. El mismo viento que sopla con fuerza golpeando el rostro del viajero, exigiéndole su secreto. Aquello que esconde, aquello que se ha traído consigo como único equipaje. Pero su boca permanece sellada, pues aún no es el momento para que su historia sea contada. 
Aún no.
El viajero se sumerge en el entresijo de los recuerdos pasados.

"Debes irte hijo mío, pues tus pecados no podrán ser perdonados hasta que el tiempo se encarge de sanar las heridas. Ha partir de ahora ya no serás considerado fruto de mi vientre, ya no nos unirá ningún vínculo; serás borrado de mis recuerdos desgarrados por las garras de la muerte. Tu alma perdida deberá abandonar a los vivos del lugar que le vió nacer y crecer para poder purificarse y con suerte salvarse de la perdición.
Has de saber que vivirás como un fugitivo: siempre con la enfermedad de la nostalgia devorándote las entrañas. No llores hijo mío, ya no eres un niño; no has de llorar. Esta es la verdad, tu realidad. Yo no puedo cambiar las consecuencias de tus actos. Ni yo ni nadie puede perdonarte."

Sigue mirando fijamente la casa como si esta se tratara de un espejismo que en cualquier momento fuera a desaparecer. El miedo a que un paso en falso pudiera hacerle despertar del sueño paraliza cada uno de sus músculos:

"¿Es que no podré regresar jamás, madre? ¿Nunca más?"¿Cuando podré volver? ¿Cómo sabré el momento exacto?¡Madre...!"

La ve mientras cierra los ojos y arruga el entrecejo marcando, aún más si cabe, las arrugas de angustia y sufrimiento de tantas desgracias padecidas. Le habla por última vez y al hacerlo su voz, transformada, suena a la de una anciana de gran sabiduría, pero duro corazón:

"Vuelve a casa cuando tengas una historia que contar"

El silencio se apodera de su alma, y únicamente le permite la imagen de los ojos cerrados de la madre como compañia en el largo camino que ha de seguir sin sentir llamada alguna de éste.
A sus espaldas, una carga demasiado pesada para su débil espíritu. Cual árbol sin raices a punto de desplomarse contra la tierra que antaño le había amparado. ¡Tanto que ha recorrido! Sin embargo, tres simples pasos se convierten de repente en la más épica de las odiseas.

"Solo tres pasos...solo tres más..."
Uno, dos, tres.


Finalmente, abre la puerta al reencuentro con los fantasmas del ayer.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La tienda del anticuario.


Una calle estrecha con edificios antiguos y humildes. Una calle donde se respiran las historias de las gentes que antaño caminaban por su suelo de baldosas: algunas negras, otras más grises. Tiendas pequeñas, cuevas, escondites que parecen guardar miles de secretos en su interior, maravillas que ella desea ver, descubrir. El padre siempre dice que es su pequeña aventurera, sin miedo a lo desconocido, valiente. Y ella sonríe al oírlo. Con su mochila a la espalda lo acompaña allá donde va, sabiendo que él, su padre, es un gran conocedor de los rincones más mágicos y recónditos de la ciudad.
Hoy sus pasos la han conducido a esta calle. Donde ella nunca antes había estado pero donde una extraña sensación de confianza la invade; como si conociera dicho lugar, como si lo hubiera conocido mucho tiempo atrás.
Se detienen delante de una tienda de puerta de madera con un escaparate de cristal envejecido. Ella no es capaz de ver o comprender que es lo que se esconde en su interior. Su padre la suelta de la mano y la niña, absorta en sus pensamientos, juguetea con una mariposa de papel que ha coloreado ese mismo día de diversos colores. Su padre abre con delicadeza la puerta y entra dentro. Por un momento una luz cálida se entrevé por los costados y fascina a la pequeña de tal forma que la calle desaparece; su cuerpo inmóvil, su boca levemente abierta, sus ojos cautivados por lo que parece ser un regalo a punto de abrirse, una sorpresa a punto de ser descubierta: el momento más bello que uno experimenta al descubrir algo nuevo. Su alma respira, se eleva... pero aún permanecen sus pies en tierra y poco a poco la van guiando al interior de la tienda. La luz la envuelve. Cuando sus ojos se acostumbran a esa extraña luz de dentro vislumbra a su padre hablando en voz baja con un hombre de barba y cabellos blancos: lleva unas gafas de lentes redondas y está mostrando un hermoso reloj antiguo de bolsillo. El padre recae en que la niña observa a su alrededor sin orientarse: "¿Sabes donde estamos?" Le pregunta. Ella niega lentamente con la cabeza y el hombre del reloj, acercándose y agachándose para tener la cara de ella al mismo nivel, empieza a explicarle con simpatía:"Esto es un anticuario, pequeña: una tienda de antigüedades, un lugar donde las personas pueden traer sus objetos personales y darles una segunda vida." Ella escucha con suma atención. El hombre se acerca más a ella, con sus ojos clavados en los suyos, con una extraña chispa en su mirada. En ese momento el padre ha dejado de prestarles atención, y completamente concentrado estudia el reloj de bolsillo. El hombre, viéndolo, se acerca aún más a la niña, de tal forma que ella es capaz de oler el olor a tabaco de pipa que desprende su aliento: "Te diré un secreto, pues reconozco a las personas como tú: personas capaces de abrir sus almas a las maravillas del mundo, a lo bello que en éste se oculta" Ella siente otra vez su cuerpo elevarse..."Todos estos objetos que ves no guardan su valor en la riqueza de su material, o en la nobleza de su orígen. No. Lo que de verdad les da el extraño poder de seducir y cautivar a las personas procede de otra fuente: los recuerdos. Son cajas llenas de ellos. Recuerdos de antiguos poseedores, trozos de sus almas que quedaron encerrados en su interior. El hombre siempre busca rasgos, signos de humanidad en el mundo que le rodea. De allí la atracción que muchos experimentan por estos objetos, pues la esencia de otras vidas permanece latente dentro de éstos; algo que muchos intuyen pero pocos llegan a comprender. Son lo más cercano que puede llegar el hombre a "ser" después de la muerte, el abismo ¿No es maravillosa, pequeña? Algo nuestro que no desaparece aunque nosotros sí lo hagamos" El hombre se aleja de ella después de decir estas palabras. Su padre y él vuelven a hablar del reloj, tranquilamente, como si nada hubiera pasado ni ningún secreto hubiese sido revelado. Pero ella ya no siente sus pies en el suelo. Un fragmento de color se deposita para siempre en lo más hondo de su ser.
Al salir de la tienda una colorida mariposa de papel permanece en una de sus estanterías: un regalo a cambio de un nuevo tesoro descubierto.

viernes, 5 de noviembre de 2010


En las paredes de la habitación bailan imágenes al son de una canción lenta y armoniosa, pura. Luces que todo lo envuelven como la cálida luz de una vela. La noche afuera guarda en secreto la magia que se produce antes del soñar del infante: Carícias y un beso de buenas noches, el rastro de un perfume de madre en la mejilla, el cabello revuelto, el descanso que relaja al cuerpecito de dentro del pijama color rosa claro (su preferido), los dedos aún un poco arrugados por el baño, burbujas, párpados cerrándose, tranquilidad, calidez, luz, dibujos danzando, susurros de tiernas palabras, el regusto dulce de un postre, sábanas calentitas, almohada de plumas, el perfil de una tímida sonrisa, ronroneo de gato, el suave tacto de los peluches, la misma sensación de seguridad que al observar la lluvia por la ventana en un día de tormenta, el sonido de un tren, viajeros, su cuerpo sumergido en las profundas aguas del mundo de los sueños.

Y los colores, que la acompañan al cerrar los ojos.



"Buenas noches, mi niña"