viernes, 23 de septiembre de 2011

Niña muda; niña ciega; niña sola


Días eternos que acaban desvaneciéndose. Puertas cerradas que se abren al anochecer. Vértigo y desamparo. Alguien grita entre las sombras. Párpados cerrándose entre aguas. Asfixia provocada por una mano invisible. Piel amoratada. Silencios que pudren entrañas. El aire pesa. Labios ensangrentados. Hilos, nudos imposibles de desatar. Muñecos rotos. ¡Malditas fotografías, dejad de mentir! Desesperación. Miradas de auxilio, miradas sin voz ni luz. Luces apagándose. Templos de sábanas y libros. Susurros acechando sin tregua. Cae un vaso encima del mantel. Agua. Locura de piano, rápido y lento; lento y rápido. Limpiar heridas con sal. Manos frías. Caminar, caminar, caminar; con o sin rumbo. Caminar y no sentir. Cerrar los ojos y ver más que antes. Collares de frambuesas. Sueños de árboles con aroma a flores. Realidad de cristal. Reflejos de desconocidos. Máscaras, muchas máscaras. Expresiones grotescas. Circo de sombras y fuego. Cuentos con lagunas encantadas. ¡Danza para mi! Siempre, siempre... Bailarina ahogada. Papeles rotos. Tragarse las ilusiones y morir de empacho. Teléfono y adiós. Montañas y adiós. Balada de ataúd. Rencor que envenena; rencor que quema. Vueltas, demasiadas vueltas ¡Deja de girar! Desorientación. Regusto a palabras dulces. Tic tac, tic tac. Una mujer con mirada muerta. Carne con gusanos. Náuseas. Millones de trozos llevados por el viento ¿Por qué? Preguntas abortadas. Garabatos que esconden oscuras verdades. Relatos aún más oscuros. Niña muda; niña ciega; niña sola.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Utopia infantil

Crecerán flores a mi alrededor, pisaré tierra fértil, viva. Sentiré su latido a través de mis pies descalzos, fundiéndome con el barro. Una suave llovizna empapará mi cuerpo, las gotas se me resbalarán de las manos, aunque intente con desesperación guardar algunas para días de puertas cerradas y cristales negros, para poder llorar en esos días; soy pobre de lágrimas, necesito la lluvia y lápices grises, solo grises. Agua y barro. Un arco iris aparecerá mágicamente, extendiéndose de lado a lado de mi jardín de flores silvestres y tierra viva. Y me hará guardiana, dueña de este lugar solo mío, hecho a mi medida, donde todo sea luz y colores, aromas frescos y caricias de pétalo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Zapatos rojos

No quedan palabras, ni latidos. No hay aire, no hay vida. No importa que no hayas cumplido promesas destinadas al fracaso. No importa. Mañana volverán las palabras, los latidos, el aire: mañana volveré a vivir. Siempre será mañana el día destinado a abrir los ojos. Cómo puedes intuir, permanezco a la espera de algo. Te contaré mi secreto: he de nacer. Dijeron que vendrían a buscarme, ¿sabes? Y yo espero, debo esperar, porque si vinieran y no estuviera se sentirían muy tristes.
Muchos pasan por aquí, pero todos marchan. Yo no. Yo espero a mañana. Sueño con la vida. ¡Qué trágica y bella la concibo!

No quedan palabras, ni latidos. No hay aire, no hay vida. Tampoco hay recuerdo. ¿Te he contado ya que espero a nacer? Vendrán, me lo prometieron. Sus promesas son fuertes, no como las tuyas. Pero no te preocupes, no puedo juzgarte, aún no existo. Mañana será el día.
¿Te gustan mis zapatos rojos? Los llevo puestos para estar preparada. Para que cuando vengan a buscarme quieran llevarme con ellos.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La norestina

Caminaba por el camino de baldosas grises, niña sin juegos ni risa de colores. Luces de farola le hacían de estrellas y ella creía que no existían otras. ¿Sentiría el desamparo de la noche huérfana de luna? Ella solo caminaba, mirando al suelo y a sus zapatos azules que teñiría de sangre al convertirse en mujer. Nadie la ve, nadie ha oído ni una sola palabra salir de sus labios mordidos, ensangrentados. Tiene nombre, pero si no se lo repitiera a ella misma en la oscuridad de su caminata solitaria pronto se olvidaría de ello. Igualmente, a veces se olvida. Ella solo caminaba, ella solo camina. Hasta el día en que un destino engañoso y el choque de un accidente la devuelva al centro mismo de su ser, a morir y nacer del sacrificio y el dolor de sus propias entrañas.

Por ahora, solo camina.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Historia de una historia: la despedida


Adiós noches. Adiós días. Adiós pequeña. Adiós yo. Adiós ilusiones. Adiós sueños. Adiós dulzura. Adiós bellos engaños. Adiós horizontes. Adiós oportunidades. Adiós sonrisas. Adiós risa clara.

A todos, adiós, por fin me marcho. Vuelvo a casa.

Historia de una historia: Janina


Soy hija del hombre que mira sin ver y del espíritu libre del mar que una vez, solo una, quiso compartir su soledad y dejar atrás su esencia de criatura encantada.
Me llamo Janina.

viernes, 2 de septiembre de 2011

letargo



Me encuentro prisionera en esta habitación sin ventanas, desde tiempo atrás, sin conocer el motivo de mi encierro ni el nombre de aquel que cerró la puerta y escondió la llave.
El tiempo transcurre entre estas cuatro paredes, lo sé, pero no tengo la guia del sol y la luna como testigos de la realidad de este hecho. Aquí, en esta dimensión, todo se divide en antes y ahora.
Antes, gritaba para que alguien viniera a mi encuentro, golpeaba una y otra vez la puerta, hasta el agotamiento, hasta sangrar por los nudillos. Deseaba ser liberada de mi prisión, salir de la jaula y extender las alas cual pájaro.
Ahora, permanezco inmóvil en el rincón más apartado de la puerta, sin ver ni sentir, habiendo renunciado a la calidez para alejar el frío que roía mis huesos
Y ahora ya no soy, ya no estoy, ya no deseo salir. Sólo duermo e imagino que vivo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El foco


Nada, nada, nada, nada, ¡luz! Algo se oculta en el resplandor pero no puedo ver, no después de tanta oscuridad, no después de la nada. Nada, nada, nada, nada ¡luz! y nada otra vez.
¿Por qué se asoman voces sin cara? Retumban mis pasos, no quiero oírlos, no puedo silenciarlos, me paro. Quiero sentir el frío suelo, me tumbo, sigo sin ver. ¿Donde estoy? ¿Donde se hallan las miradas de los sin rostro? Algo se oculta en el resplandor, lo sé, pero no puedo ver, no todavía, quizás nunca. Ahora sé que existen las sombras, ahora las veo pero no lo que provoca su visión. Siento miedo de la luz porque desconozco qué se oculta en ella. Cierro los ojos y me siento mecer por los brazos familiares de la oscuridad, las sombras, la nada.

Acogerme en la eternidad de mi ceguera, suplico.